Los buscadores de ofensas,
sin pausas y con prisas, incansables,
las buscan afanosamente.
Por las ciudades, por los pueblos,
por los caseríos, por los descampados.
Por los desvanes y por las alcantarillas.
Las buscan con microscopios, con telescopios,
con radares, con helicópteros y con submarinos.
Y cuando encuentran alguna,
quizá oculta debajo de una piedra,
o detrás de una neblina, o de un armario,
o en el fondo del mar más profundo,
entonces gesticulan y gritan frenéticos:
"¡Hemos encontrado otra ofensa!"
Y así, muy ofendidos,
sienten que su vida
sin pausas y con prisas, incansables,
las buscan afanosamente.
Por las ciudades, por los pueblos,
por los caseríos, por los descampados.
Por los desvanes y por las alcantarillas.
Las buscan con microscopios, con telescopios,
con radares, con helicópteros y con submarinos.
Y cuando encuentran alguna,
quizá oculta debajo de una piedra,
o detrás de una neblina, o de un armario,
o en el fondo del mar más profundo,
entonces gesticulan y gritan frenéticos:
"¡Hemos encontrado otra ofensa!"
Y así, muy ofendidos,
sienten que su vida
sigue teniendo sentido.