La nieta de Araceli le pregunta:
- Abuela, ¿por qué a veces te gusta escribir cuentos impertinentes?
Y la abuela le contesta:
- Mira, si solo hubiera cuentos pertinentes, en el mundo de los cuentos habría un desequilibrio. Y esto sería peligroso, porque nos daría una imagen deformada de la realidad, incluso mentirosa. De modo que, de vez en cuando, es necesario poner cuentos distintos en el otro plato de la balanza. Cuentos un poco impertinentes, tal como tú los llamas.
Verás, te lo explicaré de una manera creo que más sencilla, más fácil, para que lo puedas entender.
En la escuela seguro que has aprendido lo importante que es la homeostasis. Es importante siempre y en todas partes: en la vida de los mares, en la vida de las lagunas y los renacuajos, en la vida social, en la vida de los cuentos... en todas las vidas. Sin homeostasis, todo colapsaría.
Para que la materia y la energía, las verdades y las mentiras, las opiniones y los cuentos, no se descompensen excesivamente, es imprescindible una homeostasis saludable. De modo que en este escenario de contrapesos cuánticos y literarios, los elementos 'imperti' son fundamentales.
Sin no hubiera 'imperti', los 'perti', de sentido contrario, lo arrasarían todo en un santiamén. ¡Sería horripilante! ¿Entiendes mejor ahora la necesidad de que existan y circulen algunos cuentos un poco impertinentes?
Y la nieta le dice:
- Creo que sí... ¿Me das un helado?
- ¿Pertinente o impertinente?
- De vainilla.
- Toma, cielo, ¡de vainilla, con caramelo y maravilla!