21 diciembre 2020

Los pañales y el Shabat

La Virgen lavaba pañales, y los tendía en el romero, los pajarillos cantaban... Y de pronto, apareció un rabino furioso y le dijo:

-¡María! ¿Cómo se te ocurre lavar los pañales y tenderlos en el romero precisamente hoy, en Shabat?

La Virgen María, avergonzada, le dijo que se había despistado. Le dijo que lo sentía profundamente, que se le habían acumulado muchos pañales del Niño Jesús, y que con tantos pañales sucios se había angustiado.

La Virgen María le dijo al rabino que no volvería a ocurrir. Recogió todos los pañales y regresó a casa. Y no volvió a lavar pañales en Shabat.

En fin, no volvió a lavar en Shabat hasta unos años más tarde, cuando se convirtió al cristianismo. A partir de entonces, los días que tuvo prohibido lavar pañales fueron los domingos. Pero entonces el Niño Jesús ya no era un niño, por lo que a la Virgen Maria ya no le era necesario lavarle los pañales. 

07 diciembre 2020

Los indios pepsicoca

Un día, los indios pepsicoca vieron un gran zepelín sobrevolando sus praderas. Y se quedaron sorprendidos, maravillados, y al mismo tiempo, claro, les entró un poco de miedo.

El zepelín se fue acercando, y luego descendió. Y de la cabina del zepelín surgieron unos hombres vestidos con brillantes armaduras, y otros hombres vestidos con túnicas oscuras. Llevaban con ellos un intérprete, y mediante el intérprete, dijeron a los indios pepsicoca:

-¡No temáis! ¡Os traemos el progreso!

Y descargaron del zepelín las cajas que contenían el progreso.

Eran unas cajas pesadas. Las cajas estaban llenas de sólidas cadenas, y las sacaron ceremoniosamente. Y con ellas, ya no tan ceremoniosamente, encadenaron a los indios pepsicoca, que se habían quedado petrificados, a causa de lo que estaba ocurriendo.

Sí, los indios pepsicoca se quedaron absolutamente anonadados, a causa de la rapidez fulminante con la que les había llegado el progreso.

06 diciembre 2020

Fabricantes de armas / 2


Fabricante que fabricas tanques, cañones, fusiles
y todo tipo de bombas, balas y proyectiles:
si supieras que tú y tu familia seriáis 
la próxima diana de estas armas y municiones,
¿seguirías fabricando lo mismo? 
 
Jefe de personal, ingeniero, 
químico, informático, tornero, 
fresador, soldador...
Si supieras que luego,
con las armas que fabricas,
a ti y a los tuyos os iban a matar, 
¿qué harías?
 
Y de paso, imagínatelo:
lo que deben pensar,
de ti y de tu trabajo,
aquellos que, en lugares lejanos,
a menudo mujeres, niños y ancianos,
mueren a causa de las armas que tú fabricas.

05 diciembre 2020

Fabricantes de armas

Los aviones han bombardeado la ciudad con toneladas de bombas explosivas e incendiarias, luego los tanques han arrasado lo que quedaba en pie, y a continuación la infantería ha rematado a balazos a los supervivientes.

Pero se ha producido un terrible error: la ciudad que ha sido arrasada y la población que ha sido exterminada no era la prevista. Una confusión con los mapas ha provocado que el desbastador ataque se dirigiera precisamente contra la ciudad en la que estaban ubicadas las principales fábricas de armas y municiones del propio país. 

De modo que, las armas y municiones, se han utilizado para exterminar a los fabricantes de estas mismas armas y municiones. A ellos y a sus familias. Y de paso, a toda la población de la ciudad.

Naturalmente, el Sindicato Nacional de Trabajadores de Armamentos y Explosivos se ha quejado. Y el Presidente del Gobierno se ha apresurado a disculparse, y ha prometido que no volvería a suceder lo que había sucedido. Ha asegurado que se tomarán todas las medidas para que, los trabajadores de la industria armamentística, no vuelvan a ser asesinados con las armas y municiones que ellos mismos fabrican. 

04 diciembre 2020

El buhonero y las semillas de derechos

Con su mula y su carro el buhonero llegó a la plaza mayor de la villa y empezó a pregonar su mercancía:

-¡Traigo semillas de derechos humanos! ¡Traigo semillas de derechos humanos! ¡Semillas buenas de buenos derechos, y las vendo baratas!

La gente se arremolinaba a su alrededor, porque hacía años y años que estaban esperando aquellas semillas. Ya las esperaban sus padres y madres, y sus abuelos y abuelas, y sus bisabuelos y bisabuelas... Ya ni se acordaban, desde cuando estaban esperando las semillas.

Y la gente preguntaba:

-¿Cuánto valen? ¿Son de buena calidad? ¿Qué variedades hay?

Y el buhonero respondía:

-¡Las hay de todo tipo de derechos! ¡De derechos civiles y políticos, y también de derechos económicos, sociales y culturales! ¡Y si alguien no tiene dinero, que no se preocupe, porque también las regalo, que por algo soy un buen buhonero!

Al oír el alboroto en la plaza, El Señor Conde, amo y señor de la villa y de todo el condado, se asomó a una ventana de su castillo, y vio lo que ocurría. Y claro, se irritó como sólo un Señor Conde amo y señor de villas y condados se puede irritar: ¡Se irritó mucho! 

Y entonces el Señor Conde, furioso, ordenó a sus soldados que fueran a la plaza, disolvieran los compradores y compradoras, y prendieran al buhonero. Por alterar la tranquilidad de la villa, y además por saltarse la Ordenanza Municipal n. 13 (el contenido de la cual sólo el Señor Conde conocía). 

Y los soldados así lo hicieron: fueron a la plaza, dispersaron la multitud, prendieron al buhonero, y lo metieron en la mazmorra más oscura del castillo, la que estaba más llena de alacranes, ratas y cucarachas. Y allí se quedó el buhonero, triste y desolado.

¿Hasta cuando estuvo encerrado el buhonero en la mazmorra? Pues bastante tiempo, hasta que un día, un comando secreto de ciudadanos, cansados de las arbitrariedades del Señor Conde, una noche sin luna, asaltaron el castillo de modo sigiloso, bajaron a las mazmorras, y liberaron al buhonero. Y como ya estaban dentro del castillo, aprovecharon y se quedaron a vivir allí. Y al Señor Conde a partir de entonces le llamaron Manolo, ya que en realidad así se llamaba, y lo pusieron a fregar platos en la cocina.

Empezó una nueva vida para todos y todas: en la villa, y en todo el antiguo condado. Sus habitantes fueron sembrando las semillas de derechos humanos que había traído el buhonero. Y cuando nacían las plantas de los derechos las cuidaban, las regaban, y quitaban las malas hierbas. Y cuando florecían recogían las nuevas semillas, y volvían a sembrar semillas en otros campos, para que así cada vez los derechos humanos se extendieran más y más por todas partes.

Y a partir de entonces, en general, vivieron bastante felices, y algunas veces incluso comieron algunas perdices.