Un día, los indios pepsicoca vieron un gran zepelín sobrevolando sus praderas. Y se quedaron sorprendidos, maravillados, y al mismo tiempo, claro, les entró un poco de miedo.
El zepelín se fue acercando, y luego descendió. Y de la cabina del zepelín surgieron unos hombres vestidos con brillantes armaduras, y otros hombres vestidos con túnicas oscuras. Llevaban con ellos un intérprete, y mediante el intérprete, dijeron a los indios pepsicoca:
-¡No temáis! ¡Os traemos el progreso!
Y descargaron del zepelín las cajas que contenían el progreso.
Eran unas cajas pesadas. Las cajas estaban llenas de sólidas cadenas, y las sacaron ceremoniosamente. Y con ellas, ya no tan ceremoniosamente, encadenaron a los indios pepsicoca, que se habían quedado petrificados, a causa de lo que estaba ocurriendo.
Sí, los indios pepsicoca se quedaron absolutamente anonadados, a causa de la rapidez fulminante con la que les había llegado el progreso.