13 febrero 2018

Peleas de gallos

Era un país en el que estaban permitidas las peleas de gallos. Entonces, los propietarios de perros de pelea, dijeron: "Si los gallos pueden matarse a picotazos, queremos que nuestros perros también puedan matarse a mordiscos". Y los propietarios de perros de pelea fueron escuchados: se modificaron las leyes y, a partir de entonces, las peleas de perros también estuvieron permitidas.

Entonces, los promotores de boxeo, al ver que los gallos podían matarse a picotazos, y los perros a mordiscos, reclamaron que los boxeadores pudieran volver a matarse a puñetazos, para no ser menos que los gallos y los perros. Y el gobierno pensó que la petición era razonable, y se volvió a permitir el boxeo. Y los hombres (e incluso algunas mujeres), a partir de entonces, pudieron dedicarse de nuevo al deporte de agredirse, pegarse, herirse y, en ocasiones, incluso matarse.

Entonces los propietarios de armas dijeron: "Si los perros pueden matarse a mordiscos, los gallos a picotazos y los hombres desarmados a puñetazos, ¿por qué no podemos matarnos nosotros a balazos?" Y las matanzas a balazos también fueron permitidas, con la finalidad de que nadie se sintiera discriminado.

Y así, poquito a poco, se fueron introduciendo nuevos derechos en aquel país antes tan falto de libertades.

10 febrero 2018

La conquista de nuevos derechos


Cuando empezó la guerra, las mujeres dijeron: "Nosotras no queremos ser menos que los hombres, también queremos ir al combate, a matar enemigos".

Y los jefes de los estados mayores de los ejércitos enfrentados dijeron que era legítima su petición, que las mujeres tenían razón. Y acordaron dividir el frente en dos secciones.

En una parte, los hombres se siguieron exterminando con la brutalidad y el ensañamiento de siempre. Y en la otra, las mujeres, con sus nuevos vestidos militares, emancipadas, liberadas, empezaron a exterminarse entre ellas, las unas contra las otras, a balazos, bombazos, bayonetazos y con cualquier arma, tanque, submarino o avión que tuvieran a su alcance.

Y los altos mandos sonrieron satisfechos: "Sí, las mujeres también sirven como carne de cañón, igual que sus maridos, hermanos, padres o amigos".

Y como la carne de cañón siempre es necesaria en una nación, el derecho de las mujeres a participar en los asesinatos, exterminios y masacres de las guerras fue incluido en la Constitución.