En el principio de todos los principios, de la nada absoluta Dios creó el Universo Infinito, y en el centro del Universo, la Tierra Plana, alrededor de la cual giraban el sol, todos los planetas, todas las estrellas y todas las galaxias.
Luego creó las montañas, los mares, los ríos, los animales y las plantas. Y para culminar su obra, creó también al primer ser humano, terraplanista, respiracionista y hermafrodita, para que pudiera reproducirse de manera autónoma y fuera feliz. Y a partir de entonces, de forma pacífica, hermafrodita y respiracionista, los seres humanos fueron poblando toda la Tierra.
Los seres humanos vivían felices y de forma despreocupada, alimentándose del aire que respiraban y reproduciéndose hermafrodíticamente cuando les apetecía.
Hasta que un día, el Demonio, que siempre está al acecho, les tentó: les dijo que si comían trigo con cornezuelo serían como Dios. Y ellos cayeron en la tentación, y entonces tuvieron grandes alucinaciones de colores y psicodélicas.
Dios se disgustó mucho. Y enfadado, les castigó: en lugar de hermafroditas, los convirtió en binarios, machos o hembras. Y les dijo que el aire ya no los alimentaría, a partir de entonces tendrían que comer. Y además, convirtió la Tierra plana en una Tierra Redonda, la sacó del centro del Universo y la trasladó a una de los miles de galaxias periféricas existentes.
Desde entonces, desde el desliz del cornezuelo y las alucinaciones de colores a causa de la tentación de Satanás, algunos seres humanos machos y hembras, los más iniciados y lúcidos, gracias a las terapias regresivas que han realizado, sueñan con recuperar el Paraíso Perdido del hermafroditismo, el respiracionismo y la Tierra Plana.