Refulgencio Carpanta está en búsqueda y captura. La Guardia Civil ha difundido por las redes sociales su foto y ha pedido la colaboración ciudadana para localizarlo. Dada la gravedad del caso, se han añadido a los trabajos de búsqueda dotaciones de la Policía Nacional, y también algunos destacamentos del ejército.
Refulgencio Carpanta, un sin techo, cometió el delito, claramente tipificado en la nueva Ley de Prevención del Odio Animal, de decir lo que pensaba y sentía, un día que lo martirizaba el hambre de manera especial, después de dos días sin comer. Dijo Refulgencio Carpanta, al ver por la calle un perro dálmata bien alimentado y de aspecto muy saludable:
"¡Con que gusto, cocinado al horno, me comería este perro!"
La propietaria del perro, Mariví Marilú, le oyó. Y se horrorizó, le dio un ataque de ansiedad. Pero pudo reaccionar, y al sentir amenazada la integridad y la vida de su querido dálmata, llamó inmediatamente a la policía, la cual mandó al instante distintos coches patrulla al lugar de los hechos.
Cuando Refulgencio Carpanta oyó el ulular de las sirenas que se iban acercando, aterrado, se dio cuenta de que se había metido en un buen lío, y se dio a la fuga: corriendo como un poseso, zigzagueando por distintas calles, se fue alejando para que le perdieran la pista, cosa que consiguió, para alivio suyo y frustración de Mariví y la policía.
Daba la coincidencia que Mariví era la presidenta de la Asociación Nacional para la Defensa de los Derechos y Dignidades de los Animales de Compañía y, además, muy amiga del Fiscal Especial del Estado para casos de grave maltrato animal. De modo que acordaron de forma conjunta poner una denuncia formal contra Refulgencio Carpanta. Por bárbaro, por desgraciado, por blasfemo y por intento de homicidio animal.
Al hallarse huido, Refulgencio Carpanta fue juzgado en rebeldía. Y ante las gravísimas acusaciones en su contra, fue condenado a trece años de prisión mayor (sin posibilidad de poder acogerse a ninguna reducción de condena), y a pagar trece millones de euros de indemnización a Mariví, por los daños morales causados y el grave impacto emocional sufrido como consecuencia de aquellas palabras amenazadoras.
El abogado defensor, de oficio, cohibido, solo acertó a decir que quizá el hambre y la pobreza extremas deberían ser tenidas en cuenta, en un caso así, de modo que sería razonable moderar un poco la dureza de la sentencia. Pero fue ninguneado por el fiscal y el juez, y además abucheado por el público asistente. El fiscal insistió mucho en el daño moral causado a Mariví y todas sus secuelas, ya que, desde entonces, siempre que Mariví ve algún pobre con cara hambrienta cerca de su dálmata, se estremece y revive todo el drama. Motivo por el cual necesita atención psicológica de forma regular, con el correspondiente dispendio que ello le supone.
Ante el interés del caso, el comité Nacional de Ética Animal ha dedicado al asunto distintas sesiones de trabajo. En su informe final, ha recomendado que, al estar Refulgencio Carpanta huido, la indemnización de los trece millones de euros a Mariví debería asumirla, de forma solidaria, el Sindicato de Personas Hambrientas y Sin Techo. Porque la pobreza, ha dicho el Comité, no puede ser eximente de las responsabilidades sociales más elementales. Y sería sumamente injusto que la víctima de tamaño atropello, Mariví, traumatizada y medicada contra la ansiedad desde entonces, no recibiera reparación alguna.
El abogado del Sindicato de Personas Hambrientas y Sin Techo ha rechazado el dictamen del comité Nacional de Ética Animal, y ha llevado el caso al Tribunal Constitucional, el cual, ahora, deberá tomar una decisión sobre este tema tan delicado.