-¡Mi niña ya tiene tres años, y es listísima!
-¡Pues mi niño sólo tiene dos y es un pequeño demonio! ¡No se está quieto ni un momento, no para nunca!
La mama del niño y la mamá de la niña hablan en el parque, mientras el niño y la niña corretean por el espacioso pipicán y se huelen el culo.
Mañana las dos mamás y el niño y la niña no se verán, porque la niña ha de ir a la peluquería, a que le laven, le recorten y le peinen el pelo. Y el niño ha de ir al médico, porque tiene una rascadita en la patita trasera, y hay el riesgo de que se le pueda infectar. Ya se sabe, los niños siempre dan mucho trabajo. ¡Menudo ajetreo!
Son niños y niñas afortunados, igual que los otros pequeñines que corretean alegremente por el pipicán. Están bien alimentados: sólo comen comida para niños y niñas caninos de la mejor calidad, procedente de granjas y cultivos ecológicos, porque hay que proteger su flora intestinal y evitar que coman comidas con conservantes artificiales, sobre todo cuando todavía están creciendo; hay que asegurar su correcto desarrollo. Sus madres les quieren muchísimo.
De noche, el niño y la niña duermen en sus camitas, con el aire de un ventilador, si hace mucho calor, para que no se sofoquen, o con una estufita si hace un poco de frío, para que no se resfríen.
Mientras, lejos, muy lejos, algunos niños y niñas, cuando pueden, si pillan un perro o un gato merodeando cerca de la aldea, se lo comen. Y luego se relamen. Y luego, con la tripa contenta, sonríen: ¡Qué suerte, hoy hemos comido!