Después de morir, subió al ascensor y pulsó el último botón, "Cielo".
Pero un piso antes de llegar, el ascensor se detuvo, se abrieron las puertas, y vio que en el rellano había un cartel: "Cielo de los pobres".
Vio también un fraile con un hábito raído, y le preguntó: "¿No se puede subir al cielo de arriba?"
Y el fraile, con una cara triste, resignada, y con una voz cansada, le dijo: "Si todo el mundo subiera al piso de arriba, ¿quién lavaría y plancharía las túnicas de los santos? ¿Y quién cocinaría los pastelillos de mazapán de las meriendas celestiales?"
Y a continuación el fraile añadió: "A ver, ¿qué prefieres?, ¿lavandería o cocina?"