Para estar en forma durante el debate parlamentario, los miembros de la oposición desayunan un plato de guindilla. Y los miembros del gobierno, uno de cayena.
Y así, cada día, unos y otros y unas y otras, en el Parlamento van encadenando intervenciones inflamadas con mucha pimienta picante, llenas de llamas, seísmos, exabruptos y un extenso muestrario de narcisismos y estupideces.
La voluntad de acercamiento y consenso no se divisa en el horizonte, hace tiempo que se ha desvanecido completamente.